10 febrero, 2011

Tablada.

Hay que recuperar el sentido de la emoción y de la emotividad. De ver algo nuevo. De acudir entusiasmado. De vivirlo, en general. Es necesario sentirse torero sin serlo, es necesario que el aficionado vea más allá de sentarse en su localidad y hacer como que sabe. Es preciso que vuelva la ilusión por querer ser torero, que los niños jueguen al toro. Hemos de recuperar ese espirítu de los niños que iban a Tablada, a torear, desnudos, en las noches frías de luna llena entregados en cuerpo y alma a la aventura de morir, y de renacer por dentro. Sin mayor ambición que la de comentar con posterioridad los lances, y sin el mayor afán de esperar de nuevo a la luna llena, testigo único de sus hazañas.
No podemos dejar que la inmensidad de la tauromaquia se hunda por el desagüe de la mediocridad y la superficialidad. Cuando recuperemos ese sentir, por pequeño que sea, volverá a ser grande, la tauromaquia, en sentido superlativo.