23 mayo, 2010

Un café

Sentao, tomando café. En una tasca de antaño. Acompañando a los maestros de la Edad de oro. Degustando esa suave sinfonía de sabores, resultado de la mezcla entre pasado y presente, entre dos siglos.
Sentao en ese café departía de las distintas suertes de torear, veáse: el capote templao y cadente, en sus distintas versiones, veronicas y chicuelinas, con la muleta, derechazos, engachados y toreados, en los que el compás fragua el temple con el tesón de un herrero incansable. Naturales mágicos, sujetados sólo por el leve suspiro de una muñeca inspirá y la estocada, arriba, por todo lo alto, con decisión y haciendo la suerte.
Sentaos, todos los presentes se levantaron. Con el sabor del croissant endulzó el cafe y sentaos disfrutaron, mas allá de las fronteras de la cuna del toreo y de la cuna del arte.

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