28 febrero, 2010

Y llego...


Y llegó..Como un soplo de aire fresco. Se abrió la puerta de cuadrillas y ahí estaba, Él, elegante y fino, de estreno, de azul pavo y oro. En forma, como cada principio de temporada, y con ganas, como ultimamente se le ve. En la cara, alegría, nada de sombras, nada de tristeza. Algo se presumía. Se saludó una cariñosa ovación que el publico concedió a los tres toreros y empezó la creación.
Salió el primero, algo escasito de presencia, al que recibió con gustosas verónicas y rematando con buena media. Se le picó y parecía que podía ser, pero no llego a romper y Morante lo trasteo y volvimos a soñar por un momento, pero después de dos tandas de poco acople se fue a por la tizona y sin mas dilación se perfiló dejando un pinchazo y media estocada, los que no comprende chiflaron y los que lo queremos esperamos.
Salió el cuarto. Al maestro Chenel le gustó, tenía mejores hechuras y su comportamiento pareció algo mejor. La lidia fue buena y el toro parecía guardar algo. Morante brindó y por bajo, al centro lo sacó. A partir de ahí solo una palabra: temple. Y solo un objetivo: despaciosidad. Lo de hoy a sido parar el tiempo en toda su expresión. Un trincherazo de escultura y un cambio de mano abriendose el torero de par en par, cual Puerta del Principe cuando, el maestrante ruedo, concede el máximo premio. Dos tandas con la derecha llena de muletazos por bajo y despacio, como diría juncal, mas despacio que el paso el Cachorro, más despacio que el buen alfarero y la buena tejedora, y mas despacio que la eterna espera, que la anhelada llegada.
El tarro estaba destapado, y las esencias sobrevolaban el moderno lugar. Cogió la zurda y volvió a templar, a mandar y todavía, más despacio, torear. Dejo un par de trincherazos sin igual y unos adornos para no olvidar. Saliendo de la cara con singular sevillanía y con felicidad. Como en ese molinete, grácil y gracioso, como el despertar de un sueño, como el caminar sin rumbo. Con esa cara de pillo que nos hace soñar. Como sabe esperar.. Como sabe aguantar. La plaza era un manicomio y él sabia que con nada, mucho parecia lograr. Llegó la estocada y los tendidos, emocionados, derramaron lagrimas blancas por pañuelos, que hasta el presidente, confundido, no sabia si sacar, una o dos, y no quedó claro. Después se aclaró y fueron dos. Pero era lo de menos, Él había toreado y nosotros soñado, Él habia soñado, y nosotros emocionados. No quiso salir a hombros, no le apetecía, que le vamos ha hacer. Pero cuando algo se hace bien no hace falta cruzar la puerta soñada, si es que tal obra queda pa él.
El reloj quedo parao a las 7 y cuarto de la tarde. Donde el tiempo dicen, que no volvio a andar, donde las agujas sueñan con volverse a templar. Tendrá que volver Morante y a la vida, volverla a retrasar, para hacernos un poquita mas largas las horas del soñar.

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