02 mayo, 2011

Color manzana

Así se vistió toda la tarde. De ese color manzana de profundidad y despaciosidad. 
Indulto aparte. Cuvillo lidió tres toros magníficos, dos para Manzanares y otro para Aparicio. 
El de este fue el toro más bravo y con más clase de los que han pasado por esta semana en Sevilla y se fue con las orejas puestas. Cosas de la vida. Eso sí, con el capote la cadencia no la pierde, aunque en algún lance echó la pierna atrás para quedar bien en la foto. La réplica de Morante antológica, con un tercer lance eterno, meciendo el toreo, en el que el toro quiso ir más allá. 
El toreo de Manzanares estuvo en el soñado, en el que todo el mundo busca y casi nadie encuentra. Tenía que explotar, después de tantos años de rozarla. Y explotó y de que manera. Sevilla, tiene su torero, y el torero su anhelo. Manzanares sublimó el toreo de forma nunca vista. El milagro de la despaciosidad existe. Beato del toreo, cruzaba la orilla de la Tauromaquia, adentrándose en la tierra de los elegidos, los cuales, esperan felices su llegada. La eternidad existe. 
La rotundidad de la tarde es apabullante. Increíble. Difícil de asimilar. Ver torear así es un privilegio para quienes tienen esa capacidad, ya perdida por algunos, de saber entender y comprender algo tan magnifico. 
Morante una vez más chocó con esa suerte funesta de los corrales que siempre le persigue allá donde va. En el segundo, el sobrero, tragó y dejó muletazos de gran calidad. Lo de siempre, el toro se apagó y ahí quedó la cosa. El primero en sus manos era de Puerta del Príncipe. En el quinto, con la tarde quebrada, quedó inédito por las no facultades del toro y lo pagaron con él. Pitos injustos en la que debería ser su plaza. A partir de ahora, la comparte con Manzanares.
La puerta grande antología de la felicidad. Los capitalistas son el cáncer de la fiesta, y la policía nacional. Tardes así el torero se tendría que dejar llevar y los aficionados llevarlo hasta el hotel. Como siempre se ha hecho. Hubo intentona pero se quedó en eso. Un gran momento ver como lo sacaban a tirones desde el coche de cuadrillas. 

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