Y en las vísperas de Sevilla, algo grande.
Y en las vísperas, toreó. Como estandarte de la libertad, como bandera de la tauromaquia en la tierra de la prohibición.
Y Barcelona lo aclamó. En volandas lo llevó, a hombros, rodeado de gente, exaltado por toda la afición. Una imagen antigua, algo de antes, como todo lo que le rodea. Entre gritos de torero, de libertad y pronunciando su nombre, Cataluña lo acogió.
Como hemos dicho alguna vez, Morante, en su completa tauromaquia, la mejor defensa de los valores de la fiesta.
Y mañana ella. Y Él. Esperándose.
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